Hace varias semanas, el doctor Carlos Lomelí Bolaños, novato en esto de la administración pública, tuvo una brillante idea, y decidió ponerla en práctica.

Al revisar el listado de delegaciones federales en Jalisco, le echó el ojo a la delegación del IMSS, de su gran interés, tal vez por su humanismo en la medicina, o porque ha hecho fortuna en la comercialización de medicamentos, particularmente de los baratos, porque no son originales.

Una mañana, muy temprano, preparó todo para hacerle una visita al doctor Marcelo Castillero, a quién le llamó antes, para que le reuniera en la oficina del Seguro, a la plana mayor de la delegación.

Así, lo esperaban ahí reunidos, el doctor Castillero, el líder sindical, el director médico, el administrativo, y otros jefes de área.

Arribó el doctor Lomelí, quién les dirigió un conveniente discurso, donde enalteció la labor del doctor Castillero y de todo el personal de la delegación.

Puras caras contentas hasta ahí.

Pero en el final de su discurso, el poderoso Lomelí, les anunció el relevo de Castillero, pero ni siquiera alcanzó a presentar al nuevo delegado, porque el representante estatal del Consejo, el mismo Castillero, le dijeron que no.

Le explicaron que, para relevar al delegado, habría que cumplir con un protocolo, que incluía la aprobación del Consejo Técnico del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) Jalisco, y una comunicación formal del Director General del IMSS.

Demudado por lo que él creyó un acto de rebeldía, les insistió en que se haría el cambio.

Se le explicó con manzanitas cómo es un proceso de relevo y nombramiento de un nuevo delegado, y Castillero le dijo que él tenía toda la disposición de entregar la chamba, pero así, con irregularidades, le dijo, no se puede.

Así, salió con cajas destempladas y cara larga, seguramente enojado, un súper delegado, que está pagando su novatez.

Y esta semana, Castillero fue ratificado, en reconocimiento a su trabajo, que ha ordenado la administración, y ganado la confianza de muchos.