Los alumnos varones de educación primaria y secundaria están más predispuestos a los antojos alimentarios y a no poder controlarlos en comparación con sus compañeras; éstas se preocupan más por su imagen física, afirmó la académica del Centro Universitario de Tonalá (CUTonalá), doctora María Luisa Ávalos Latorre.
 
En el caso de las niñas y adolescentes, Ávalos Latorre atribuye estas posturas a estereotipos que tienen origen en la familia y son difundidas en redes sociales. Entre ellas dan mucha importancia a la que es delgada, bonita, la que tiene una cabellera cuidada, por ejemplo. Los hombres, en tanto, tienen otros parámetros para medir sus logros y satisfacciones, los cuales no tienen que ver con la imagen.
 
“Ellos dan más importancia a tener un teléfono celular costoso, a peinarse de una determinada manera, a tener más amigos y amigas; pero al no considerar primordial su imagen, tienen un mayor riesgo de tener más problemas de peso y menos control. Si a ellos se les antoja algo, lo consumen, sin tener claro cuánto comen, por qué lo hacen y cuándo”, agregó la investigadora.
 
Destacó que entre estos menores de edad es común el consumo de frituras y el refresco negro; las sopas instantáneas las consumen en el desayuno, por ser barato y de fácil acceso.
 
En su investigación Hábitos y actitudes de adolescentes hacia la alimentación, señaló que la ingesta baja de alimentos y la búsqueda de dietas milagrosas es más alta en niñas y adolescentes en comparación con sus pares masculinos. Sin embargo, tras un periodo de bajo consumo de alimentos, es frecuente que ellas recurran a una ingesta mayor de comida.
 
Entre ellas son populares las dietas difundidas en Internet como la del agua y la de la manzana o las grasas, por ejemplo; estas dietas-milagro pueden acarrear problemas como la alteración hormonal, que puede tener consecuencias en su ciclo menstrual; otro efecto es el desgaste de los órganos internos.
 
“En específico, la dieta de las grasas puede producir sobreesfuerzo de órganos, como hígado, riñón y corazón, y después éstos podrían tener un mal funcionamiento”, denunció.
 
Los niños y adolescentes del sexo masculino suelen atribuir su sobrepeso a la herencia familiar, y culpan a otros de su problema. Muchos argumentan que su mamá no les cuida la alimentación; es decir, para ellos, los factores que provocan el sobrepeso son externos y no es frecuente que recurran a una baja ingesta de alimentos o a dietas. Suelen no tener una estrategia para bajar los kilos de más, aunque saben que tienen que tomar medidas.
 
El problema es que el sobrepeso puede convertirse en obesidad y ésta, en obesidad mórbida.

 
El estudio fue realizado entre 2017 y 2018 y después se trabajó en el diseño de un programa psicoeducativo, que consta de 10 sesiones. Actualmente, hay intervenciones grupales que incluyen pláticas sobre alimentación, ingesta de bebidas, importancia de la actividad física, control de antojo, autoimagen y autoconfianza, así como dietas milagrosas.
 
En el proyecto intervienen un equipo multidisciplinario de pasantes de carreras como Nutrición, Medicina, Psicología, Enfermería y Salud Pública, del CUTonalá y del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), coordinados por la doctora Ávalos Latorre.
 
“Lo que buscamos es prevenir trastornos alimentarios, alteraciones afectivas y el control de peso”, detalló.
 
La investigadora detectó, en el grupo de adolescentes y niños de ambos sexos, manifestaciones de ansiedad y depresión que no pueden tomarse a la ligera, ya que en la preparatoria podrían adquirir un nivel agudo.

Con información de prensa UdeG